jueves, 19 de febrero de 2015


19 de febrero de 2015. Jueves.
LA BOCA, MI SUFRIMIENTO
 
Silencio, o belleza de las flores, en el jardín. F: FotVi
 
-Ya estoy en el camino de mi salvación bucal, o eso me dice el dentista. La boca, que tantos placeres excita (el de la palabra hablada o escrita, por ejemplo; la palabra, que, aun la escrita, siempre antes está en la boca, donde se asoma el alma en ella, donde el espíritu clama en ella), también solivianta al sufrimiento, sacándolo a relucir hasta extremos de tortura, a veces, cruelmente. ¿Quién no ha sufrido su boca, física o intelectualmente, alguna vez? La boca, mi sufrimiento, que diría el poeta. Hay veces que hace sufrir a causa de los dientes, pero otras, por las palabras. ¿Por qué no me habré callado esa palabra?, solemos decir tras un traspiés lingüístico improcedente, maligno con maldad de maldición, quizá. Callarse las palabras, aunque digan la verdad, en ocasiones es virtud. Y creo que Nietzsche no tenía razón cuando afirmaba que «la palabra más soez y la carta más insolente son mejores, y más correctas, que el silencio». Una más de sus mentiras o alucinaciones, que tanto «iluminaron»  (es un decir) a Hitler. «Dios ha muerto», dijo una vez, y lo tenía en su boca. Y es que se ha dicho que hay silencios más elocuentes que las mismas palabras. En el teatro (también en el de la vida), los más obstinados y locuaces aplausos suelen suceder en el mutis del actor, cuando han callado las palabras, y queda, en el silencio del alma, el eco sólo de las mismas, sólo su hálito trágico o lúdico. Quiero decir, Diario, que a causa del dentista ando más en silencios que en palabras; hasta el miércoles, en que me habrá nacido nueva dentadura, dice, y podré expresar entonces las letras (o fonemas) /t/ y /d/, dentales ellas, o sujetas al imperio de los dientes, sin los que es casi imposible ponerlas en vuelo de dicción, liberarlas y que hablen (20:27:03).

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