viernes, 30 de octubre de 2015

30 de octubre de 2015. Viernes.
PIERNAS DE GACELA

Castillo de Neuschwanstein, en Fusen. Alemania. F: FotVi

-Esta mañana rezaba yo; es decir, hacía que mis palabras se vistieran, como con claridad de vidriera que arde en la luz, de la belleza de la alabanza. La alabanza es siempre adorno, pero sobre todo para la boca que la dice. Bocas llenas de alabanzas, como trigales. El trigo alimenta, la alabanza luce en la boca. Rezaba yo: «El Señor soberano es mi fuerza, / él me da piernas de gacela / y me hace andar por las alturas». Y lo he referido a mi viaje por la Alemania Romántica. Andar y andar por calles y plazas, y subir a las alturas con piernas de gacela, como en el castillo de Neuschwanstein, castillo del rey loco Luis II de Baviera, en Fusen. Sólo que me han acompañado tres ángeles o así (Jean Pierre, Vicente y Juan) que han hecho posible que subiera cuestas (imposible alguna) y bajara arriscadas pendientes, aunque las cuestas abajo siempre las he subido mejor que las cuestas arriba. O aquello del burro: para las cuestas arriba quiero mi burro, que las cuestas abajo yo me las subo. Piernas de gacela. Y leo: «Anciana de 105 años, de Afganistán a Croacia». Su nombre es Bibkhal, y, a pesar de estar ciega, ha recorrido 5.000 kilómetros huyendo de la guerra y la pobreza. Huir de la guerra, que trae la pobreza. La pobreza y la guerra se dan la mano. ¿Quién pone en marcha el robot de la guerra? Robot sin alma que mata inocentes. «Cuando los ricos se hacen la guerra -dijo Sartre-, son los pobres los que mueren». He ahí la razón de la guerra: los ricos se distraen con las partidas de ajedrez de sus guerras. Así se distraen y se enriquecen, sin pudor. Con todo, Diario, rezo para que el Señor soberano continúe siendo nuestra fuerza y nos permita andar como a la anciana Bibkhal por las alturas, con piernas de gacela (19:33:23).

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