viernes, 27 de noviembre de 2015

27 de noviembre de 2015. Viernes.
CARNE DE CAÑÓN

Suprema pobreza, Catedral de Colonia. Alemania. F: FotVi

-Me gusta el papa Francisco, porque dice cosas tan sencillas y crudas, tan justas y ajustadas, y tan de andar por casa, tan evangélicas, que todo el mundo las entiende, también los sin escuela o los parias de a pie, los tirados, los silenciados, tanto, que hasta sus pies, al andar, parecen nieve que se posara, tan sin ruido caminan en la sumisión de su pobreza. Como escribió de los mexicanos Octavio Paz en El laberinto de la soledad y Elena Poniatowska citó en su discurso a la entrega del Premio Cervantes: a los pobres, la pobreza les obliga a ser Nadie. «¿Quién anda ahí?» «Nadie». A veces, solo Dios sabe que ahí anda Alguien y no Nadie. En Kangemi, un «slum» o barrio bajo (Villa Miseria) en Kenia, el Papa ha dicho: «Me siento como en casa». La casa de los pobres. Y es que el camino de Cristo va «desde los pobres y con los pobres, hacia todos». «Yo soy el camino», dijo Jesús, y dio pasos, sin pausa, hacia la cruz. («¡Oh sabor, tú, de uvas!», que diría el poeta, hablando de su sangre). La cruz, o la suprema pobreza. A los pobres los ha llamado «carne de cañón», del capitalismo. Y con valentía ha denunciado que los culpables de esta injusticia son «las minorías que concentran el poder y la riqueza y la derrochan con egoísmo». También ha hablado de «deuda social» con los más desfavorecidos. Deuda que sólo se paga con «las tres T: tierra, techo y trabajo»; añadiendo que el deber de estas tres T no son «filantropía, sino obligación». De este modo, el Papa trata de que se oigan las pisadas del pobre, y que no sean como nieve que se posa sin oírse. Con sus palabras, el Papa les pone «ruido» a estas pisadas, las jalea como pisadas de Dios; y así suenan fuerte y pasan fronteras, Diario, como un poderoso vendaval evangélico (20:23:57).

No hay comentarios:

Publicar un comentario