miércoles, 13 de abril de 2016

13 de abril de 2016. Miércoles.
PARAÍSOS

Paraíso, en Parque Salinas y Arenales S. Pedro del Pinatar. F: FotVi

-Hay una palabra que, feliz y ubérrima en otro tiempo, parece quemar ahora en la boca, y en la prensa, y en los telediarios, tan de fuego infernal (o fiscal) se ha hecho últimamente. Esta palabra está en el Génesis y en las librerías, y es que siempre se ha usado para dar techo y estancia a la felicidad. Ahora, sin embargo, la palabra paraíso parece dar cabida a la desgracia, como el hecho infeliz de que se derrame la sal sobre la mesa. Casi siempre las palabras son la metáfora de la realidad. O la realidad en la palabra, que la define. Por algo, nostálgico (y romántico), escribía Proust: «Los verdaderos paraísos son los paraísos que se han perdido». Paraíso, he ahí la palabra. Bella y endiablada palabra, objeto de deseo siempre, ya entonces en el Edén. «Luego plantó Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado». Jardín, traducido luego por paraíso. No paraíso fiscal, sino el de la vida holgada y gustosa, sólo y puro deleite, doncellez de todo. Ahora ya no hay un único paraíso o Edén, sueño de infinitas delicias, aunque con serpiente, sino muchos más; y no son edenes frutales, con riachuelos de miel y paz, sino «paraísos fiscales», o monstruosos burdeles del dinero. La serpiente: «Es que el día que comiereis de este árbol, se os abrirán los ojos, seréis como dioses», y os podréis reír del bien y del mal, parafraseo yo. Es lo que han oído y practicado políticos y empresarios, ángeles y demontres engominados o no; en todo caso, reptiles zigzagueando por matorrales infectos. Todos buscando ser dioses, o ídolos de sí mismos. Estoy con Marcel Proust: Paraísos, los que se han perdido, los de la niñez; los otros, Diario, son paraísos que queman (20:27:47).

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