jueves, 19 de mayo de 2016

19 de mayo de 2016. Jueves.
DEBERES

Deber de iluminar, en Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar. F: FotVi

-Me aterra la sociedad que sólo busca derechos sin deberes, se va quedando seca de aventuras, invernal, con mutilaciones graves. ¿Derecho a lo que es justo y legítimo? Así es. Así debe ser. Derecho al pan y al agua, y a tener un libro y poderlo leer (gozo de la cultura), y a la libertad de ir y venir, y de hablar, y a poseer un hogar donde encontrar calor y cobijo, y regocijo, y a contar con un trabajo digno y justamente remunerado, y a disponer de una policía que proteja y no apalee, y a unos políticos dignos de la poli (ciudad) y de la ciudadanía, y a ser persona religiosa y poderlo parecer en la calle o en el templo, o a no serlo, y poder expresarlo sin hogueras ni autos de fe… (Aunque parece que, hasta ayer mismo, los autos de fe los sufran ahora los creyentes). ¿Los derechos del hombre, se pregunta Simone Weil, la filósofa obrera? No; sino los deberes para con el hombre. Es otra revolución; no la revolución de los derechos, que acaba por enfrentar; sino la de los deberes, que clama al alma, donde habita la conciencia y se forja la paz. Esto escribía Simone Weil: «La noción de obligación supera a la de derecho». La obligación, el deber -principio de toda justicia-, por encima de la exigencia del derecho. O lo que es lo mismo: antes de exigir, me exijo. Según verdad evangélica, mi deber es amar, sin derecho a que el otro bese mis pies por amarlo. Y si me los va a besar, se lo impido, y lo sigo amando igual. Es la revolución del espíritu. Yo, Diario, digo lo de aquél: Para ser libre, déjame amar, y tú, si lo deseas, sigue odiando, y vive muerto en la hiel de tu esclavitud (11:13:56).

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