domingo, 23 de julio de 2017

22 de julio de 2017. Sábado.
LA NIEVE QUE ARDE

Humilde belleza, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Oigo la música de Haydn como el que oye la nieve arder, o al viento hablar. ¿Cómo crepita la nieve al arder: tal cual rama seca de un árbol? ¿O la nieve no crepita, solo luce? Así es la música de Haydn. Es fuego y nieve, viento y luz, suavidad y plenitud, que destellan. Estoy oyendo su obra Las Estaciones, y después de catar la Primavera, me paso al Verano. Voy recorriendo los diferentes acontecimientos musicales que relata el autor: la salida del sol («como un velo gris irrumpe la primera luz de la mañana»), la tarea del pastor («el alegre pastor reúne su rebaño»), y los demás elementos que adornan el Estío, hasta llegar al tiempo de la tempestad («¡ay, la tempestad se acerca!»), y, que entre ruidosa y despiadada, con un fortísimo de toda la orquesta y una flauta que anuncia los relámpagos, se va debilitando hasta hacerse un pianísimo de cuerdas temblorosas, que semeja el aire o aliento contenidos para lo que a continuación será el Otoño o la serenidad complaciente, la belleza que se aja, que se desvanece en el Invierno, pero que también es belleza, otra belleza. Yo canto la belleza del instante, esa que reluce en la flor o en un amanecer o puesta de sol, o en la gota de agua que, al deslizarse por sí misma, queda helada en la estalactita de un carámbano. Dudando entre el cielo y la tierra. O en la hormiga que se afana. Y es que la belleza, como dijo el poeta y pensador Emerson, no se halla en este o aquel lugar, en esta o aquella cosa, sino que va con nosotros. Con cada uno, Diario, si la sabe descubrir, o vislumbrar; y, mientras, el mundo se enfrenta a múltiples carencias: la paz, la justicia, la igualdad, la fe, la libertad, la piedad, la esperanza, y, sobre todas las cosas, el amor, donde se vislumbra -o se paladea- a Dios, se silabea (18:21:47).

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