domingo, 27 de agosto de 2017

27 de agosto de 2017. Domingo.
UN VIRUS BUENO

Flor de cactus, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Sin saber por qué, me despierto dolorido. Es una sensación de cansancio, de derrota, de infinita desgana. Pienso en las víctimas del terrorismo: o en el dolor de los que han quedado. Los muertos se lloran y se entierran a sí mismos. Los que quedan son los que se lamentan, y luego creen redimirse riendo o diciendo: «¡No tengo miedo!». Lloran y aplauden -no sé por qué-, pero destrozados por dentro, donde brilla la verdad. Me despierto dolorido, pero yo -ínfima nada, apenas un virus bueno- no me doy importancia, y salgo de mí para saciarme de domingo, para dejarme ganar por la euforia de un día soleado y, aunque caluroso, benigno y bello, como esa flor de cactus que me mira -arisco de pinchos su alrededor- en el jardín. Los cristianos lo llamamos -al domingo- día del Señor, y de la flor de cactus, y del hermano, y de todo lo que alienta, y del silencio, cuyo vacío, Diario, lo llenamos de oración, por los que lloran, por los masacrados, por los que dudamos, y, sin embargo…, seguimos (19:24:25).

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