viernes, 4 de agosto de 2017

4 de agosto de 2017. Viernes.
APÓCRIFOS

Misterio tras las nubes, desde avión en viaje a Canarias. F: FotVi

-Estos días de calor terrible, salgo a pasear y caigo en la cuenta de que no hay vencejos en el cielo ni mirlos en el jardín. Ni susurro de conversaciones tras la tapia que separa el huerto de la calle. El calor escribe en el silencio. Solo las chicharras rompen el silencio que ellas mismas crean tras su canto. Sin embargo, leer a Borges me refrigera. Es el autor que más ha dicho con menos palabras. En su libro Biblioteca personal escribe: «Junto a los libros canónicos del Nuevo Testamento estos Evangelios apócrifos, olvidados durante tantos siglos y recuperados ahora, fueron los instrumentos más antiguos de la doctrina de Jesús». Eran los libros del principio, «cuando la religión era una pasión». Cuando no había dogmas ni razonamientos del teólogo. Porque «lo que importó al principio fue la nueva de que el Hijo de Dios había sido, durante treinta y tres años, un hombre, un hombre flagelado y sacrificado, cuya muerte había redimido a todas las generaciones de Adán». Borges, pues, Diario, sale en defensa de unos libros llamados apócrifos, no porque sean falsos, sino porque son ocultos, velados, inquietantemente misteriosos (20:07:00).

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