domingo, 5 de noviembre de 2017


5 de noviembre de 2017. Domingo.

Y DIERON A LUZ UN RATÓN

Luz en la noche, en Mula. F: FotVi

-Paseaba yo -como lector- por las páginas de la Epístola a los Pisones, de Horacio, cuando de pronto me doy con el verso: «Parturient montes, nascetur ridiculus mus». Iban los montes a parir, y dieron a luz un ratón. ¿O qué esperaban: otro monte enorme y consistente, aunque delicado y tierno como un peluche? Todos esperando la monumentalidad y se tropiezan con un asustado ratón, que, huidizo, escapa por entre la maleza; con los ojos casi rebotados por el asombro. Porque los ratones -terror de las gentes- tienen sensibilidad y miedo, y ponen los pies en polvorosa cuando se ven acosados. Esto ha ocurrido en Cataluña con los capos (cabezas) del proceso: unos huidos y otros en la cárcel; o sea, escaldados. Muy triste todo; pero lógico. O ilógico, según se mire. Lógico para los tirios (los unos) e ilógico para los troyanos (los otros). Ambos enfrentados, como toros con los cuernos y las miradas rojas por delante. O sea: natural para los legalistas y absurdo para los de echarse al monte y cabalgar, sin riendas y sin ruta, o en ruta descaminada. Y ambos, desorientados, andan a sablazos, a puñalada limpia, sin compasión, brutalmente. No valen las palabras; sino el voltear de las campanas, o el fragor de los aceros. Se huele a cascos de caballo, y a sudor, y a lágrimas. Se huele a guerra. El poeta dijo: «Donde no hay palabras, / o cantos de pájaro, / o juegos de niños, / hay cuchilladas y guerra, / hay perversión.» No hay revoluciones que no se paguen, o con muertos o con cárcel, y desengaños. Mejor las palabras que las guerras de cien años, aunque sean para salvar a un dios imaginariamente tridente y belicoso, excluyente. Yo me quedo con el Dios de las palabras, en las que los pájaros hacen nidos y los niños juegan, y las guerras -con solo sueños como armas de ensueño- son una ficción con final feliz. El Dios de las palabras se hizo hombre, y nos habló, e hizo nuevas, palabras viejas, como amor, prójimo, libertad, niño, paz, madre (él mismo se presentó como una madre que ama), y la misma palabra Dios, al que llamó Caridad, y al que libró de toda beligerancia y exclusividad, haciéndolo habitante del mundo y no nacionalista. Y desde entonces, Diario, hasta la arena del desierto o el agua del mar, lo llaman Padre de todo lo creado, y lo celebran con su clamor de cada día, como la rosa o la luz, o el niño que juega y llora, o sus mismos silencios, los de Dios, que, a veces, son grito y relámpago, hoguera (11:34:06).

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